Botonera

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9.4.12

BI(T)BLIOGRAFÍA - "HOLLYWOOD EN LA ERA DIGITAL. DE 'JURASSIC PARK' A 'AVATAR' "

COORDINADOR: AGUSTÍN RUBIO ALCOVER

RIAMBAU, Esteve: Hollywood en la era digital.De Jurassic Park a Avatar. Cátedra, Madrid, 2011
POR ROBERTO AMABA









Al inicio (p. 24) y al final (p. 401) de Hollywood en la era digital. De Jurassic Park a Avatar, el autor advierte de la inevitable fecha de caducidad que lleva incorporada su texto. Y no estoy de acuerdo. La razón principal es que no podemos seguir asumiendo que cualquier estudio sobre manifestaciones tecnológicas y artísticas de un presente –por atropellado y confuso que sea-, deba quedar obsoleto al cabo del tiempo. Si tal cosa sucede, algo ha fallado. Puede ser el análisis completo, partes fundamentales como la o las metodologías, recursos de estilo, la finalidad, el objeto mismo de estudio, etc. A la literatura encargada de evaluar el fenómeno digital durante las dos últimas décadas, le ha sucedido con reiteración indeseable.

En esa justificación el autor no está solo. Todos recurrimos a ella como coraza, entre la resignación y el temor. Ramalazo de un rigor académico que transita imparable hacia la burocracia. Comprobar el fracaso analítico que ha sufrido gran parte de la bibliografía digital desde los noventa hasta hoy refuerza, entonces, el uso de la coletilla: “este texto se autodestruirá en X años”. El deseo del cine y de los estudiosos de escribir sobre mármol cuando se está haciendo, en el mejor de los casos, en papel maché. Tecnología, obra y textos compartiendo obsolescencia prematura. Sólo una recomendación de carácter general: si quieren escribir sobre la era digital, es probable que los argumentos a utilizar ya fueran empleados por otros para hablar de una tecnología y de un momento histórico anterior, muy anterior. Hay buenos ejemplos en este libro que el autor hace bien en recordar. Si no es así, si de verdad consideran que están siendo originales, recuerden que la originalidad no implica necesariamente veracidad.

En todo caso y volviendo al libro que ocupa esta reseña, la justificación sobre su posible caducidad es bastante menos necesaria que en otros textos acerca de la misma materia. Una de las causas es su formato. No es un libro enfocado al marco conceptual del digital, o al menos no lo es en su mayor parte. Solo su introducción (pp. 7-24) está destinada de manera exclusiva a la discusión teórica. Su brevedad, no ser el objetivo del libro y su condición de prefacio, le exculpan de la falta de desarrollo. No tanto de recurrir a la eterna ristra de conceptos y adjetivos que han terminado pegándose a lo digital hasta formar una suerte de jerga a la que nadie renuncia. Mi opinión es que a estas alturas habría que ir desmochándola.

Se podría empezar abandonando el punto de partida, situado por muchos en el posibilismo tecnológico. Coartada perfecta que dice probar la infinitud icónica y todos las supersticiones que de él se derivan hasta fulminar o sublimar –según convenga- la realidad: la evanescencia, la hipermobilidad, la instantaneidad, lo virtual, la desmaterialización, la conspiración, la velocidad, el simulacro, el desdoblamiento corporal y mental, etc. El ejercicio debería terminar con el destierro de la imposible filiación entre la espectacularización de cierto cine contemporáneo y el cine de los orígenes. Relación establecida gracias a las lecturas torcidas  que ha sufrido desde su publicación el célebre texto de Tom Gunning sobre el “cine de atracciones”. (1) Un hecho que, entre otras falacias, nos ha dejado la de la clasificación de ese cine espectacular como uno de mera postproducción, o la muerte definitiva no de los diferentes modelos narrativos, sino de la narración en sí misma.


1. Gunning, Tom: “The cinema of attractions. Early Film, its spectator and the Avant-Garde”. En: Wide Angle, vol.8, nº 3-4, 1986, pp. 63-70. 

¿Cómo extrañarnos del resurgimiento de las religiones y de esoterismos varios en el ámbito público cuando desde las universidades nos hemos dedicado a producir ciencia ficción encuadernada bajo pastas de tesis doctorales? A ello ha contribuido de manera inestimable el mito de “lo digital”. Por suerte, esta reseña no es el lugar para refutar lustros de New Media Theory y epígonos.

El capítulo primero (El cine en los conglomerados multimediáticos), repasa lo que se ha venido conociendo como la diversificación del negocio cinematográfico. La necesidad de la industria norteamericana de encontrar fórmulas que garanticen los beneficios, para luego ordeñarlas multiplicando productos y ventanas de explotación. De pasada también verifica la brutal capacidad de la industria para normalizar y absorber aquello que en principio parecía ofrecer una alternativa. Podéis ofrecerla siempre que sea una ruina comercial, de lo contrario nos interesa y ya sabéis lo que eso significa. Como anécdota señalar una errata (repetida en varias ocasiones) encontrada en el examen de las estadísticas de la MPAA (Motion Picture Association of America): dar equivalencia al billion americano con el billón español. De ser ciertos esos billones el cine competiría con la santísima trinidad industrial, esa de la que todos los ciudadanos honestos nos sentimos orgullosos: la armamentística, la de la droga y la del sexo. Las tres envueltas para regalo por la mejor y la más lustrosa de todas: la del odio. A su lado, el volumen de negocio de los conglomerados multimediáticos es el del puesto de baratijas de Méliès en Gare Montparnasse.

El resto de capítulos del libro, del segundo al octavo, están ocupados por el comentario de películas. Igual que sucedía con la introducción general, todos contarán con un breve prólogo a modo de planteamiento teórico-histórico que luego es desarrollado a partir de los filmes seleccionados. Ese corpus de películas adquiere una importancia decisiva en el libro. El criterio de representatividad –lógico, estamos hablando de Hollywood-, parece haber prevalecido sobre otros. Aunque se guarda una cuota para ciertos outsiders, si es que a Lynch, Cronenberg, Van Sant o Figgis se les puede considerar como tales. Cada película en su singularidad o en careo con las compañeras de capítulo, quiere funcionar como ilustración de ideas y de materiales dramáticos o logísticos considerados como capitales dentro del cine de Hollywood contemporáneo: tecnologías, multimedia, lenguajes, géneros, reescrituras, la figura del héroe y la narración.

Con una metodología mixta que tan pronto recurre al psicoanálisis como a la más pulcra evidencia histórica, el comentario de los filmes –y el libro en su conjunto- es inteligente y agradable; una pareja que no siempre tiene a bien avenirse. Que dentro de un mismo capítulo no despierte la misma atención en el lector una glosa de Speed (Jan de Bont, 1994) que otra de Antes del atardecer (Richard Linklater, 2004), es normal. Tan corriente como el esfuerzo freudiano que tiene que realizar el autor para dotar de un interés que traspase la circunstancial relación cine-videojuego, a un engendro como Lara Croft: Tomb Raider (Simon West, 2001). O la recurrente legitimación intelectual y mitológica (Joseph Campbell mediante) de la mediocre serialidad que empezó con jedis y termina con anillos.

Un vistazo a la filmografía (pp. 409-421) que recopila con fichas técnico-artísticas las películas analizadas en el libro, transmite la sensación de que la burbuja anterior a la crisis también afectó al cine. Si el cinéfilo de por sí no necesita demasiado apoyo para celebrar como la última frontera del cinematógrafo cualquier filme algo aparatoso, las estrategias comerciales, el bombardeo informativo, el lustre tecnológico y la citada literatura onírica en torno al digital, ayudaron a aumentar esa inflación del entusiasmo. Han sido los años de levantar discusiones filosóficas sobre banalidades como la saga Matrix (Andy y Lana Wachowski, 1999-2003), de convocar a la Historia junto a la mentecata Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994), de querer otorgar trascendencia a simples y en ocasiones muy disfrutables entretenimientos, de ver en cineastas presuntuosos como Christopher Nolan, Michael Mann o David Fincher a los Welles del momento, de celebrar cualquier traspaso –por lamentable que sea (Sin City. Frank Miller, 2005)- del cómic al cine por el mero de hecho de tratarse el original de una pieza de “culto”, de defender acríticamente los eventuales e inapelables deslices de viejos maestros como Scorsese (Infiltrados, 2006), Eastwood o Allen, de quienes el autor, con acierto, selecciona Million dollar baby (2004) y Melinda & Melinda (2004), en lugar de, por ejemplo, Banderas de nuestros padres (2006) y Match Point (2005).

El libro no abunda en conclusiones porque, como ya hemos  avisado, no es su labor. Su perfil, en ese sentido, se acerca más al de la crónica de un momento en el que todavía nos sentimos aturdidos por la infernal cacharrería de la neocabalgata con la que se cierra Avatar. Sin embargo, debo señalar unas líneas, hacia el final del capítulo siete (p. 324), con las que disiento:

"La estatuilla a El retorno del rey reconocía algo más que los méritos del filme de Peter Jackson: era una puesta de largo de la era digital que, desde Jurassic Park, había irrumpido en Hollywood, arrasando las taquillas y transformando la esencia del cine."

No entro en la justicia de los premios otorgados a la película de Peter Jackson. Bueno, sí entro: seguirían siendo inmerecidos aunque hubiese competido ella sola. Lo que de verdad me interesa es la última parte del párrafo. Una esencia del cine transformada. Apenas unas páginas más atrás se hablaba de la generación de nuevas formas de escritura y, de repente, hablamos de transformar la esencia. Si una película revienta una taquilla es comprobable, si una película o un conjunto de ellas transforman una esencia, resulta más complejo de demostrar. Primero, habría que determinar que el cine posee una esencia. Segundo, sería necesario conocerla, relatar sus características. Tercero, ver qué o quiénes la transforman (en buena medida el libro queda englobado en este punto). Cuarto, ver en qué se transforma. Reconozco que mi baraja está marcada, no necesito explicar la transformación de algo que no creo que exista.

 Jurassic Park, Steven Spielberg, 1993
Avatar, James Cameron, 2009