Botonera

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26.11.16

VIII. "CUADERNO DEL PAISAJE. MATERIALES PARA UN ENSAYO CINEMATOGRÁFICO SOBRE LA GUERRILLA REPUBLICANA ASTURIANA", RAMÓN LLUÍS BANDE, Shangrila, 2016.




Equí y n'otru tiempu, Ramón Lluís bande, 2014 - En esta casa de La Evesná, en Llorío (Llaviana),
la brigallida asesinaba a Lisardo García García. Era el día 21 de mayo de 1951.



El cineasta Michelangelo Antonioni construyó una carrera entera en torno a las desapariciones –de personas, de emociones– y las ausencias: metáforas meridianamente claras sobre la alienación del individuo en la sociedad moderna. En Equí y n’otru tiempu, estructurada como una sucesión de planos vacíos y despoblados de seres humanos, no hay metáforas que valgan: antes aquí había alguien, ahora ya no. La técnica es en el fondo la misma con la que Georges Méliès realizaba sus fantasmagorías un siglo atrás: el escritor y cineasta Ramón Lluís Bande emplaza su cámara en el mismo lugar donde hace más de 75 años –descomunal elipsis– una serie de personas protagonizaron un suceso. No disponemos de la primera imagen, sustituida por un rótulo con una fecha y unos nombres que hacen referencia a los protagonistas del plano. Ahora ese encuadre está vacío.

Las localizaciones en medio de la naturaleza de bosques umbríos, prados desiertos y masías semiderruidas nos animan a compararlo con las imágenes de calles y pasajes vacíos del París de principios del siglo XX que capturó el extraordinario fotógrafo Eugène Atget. Según Walter Benjamin, las fantasmagóricas imágenes parecían retratar el lugar de un delito: “¿Pero no es cada rincón de nuestras ciudades un lugar del crimen, no es un criminal cada uno de sus transeúntes?”. Insistimos: en la película de Bande no hay espacio para la metáfora totalizadora o surrealista porque cada plano vacío es, efectivamente, el espacio de un crimen: los asesinatos en los bosques de Asturias al finalizar la guerra civil de los resistentes antifranquistas, los del monte.

A la hora de abordar el díptico del cineasta asturiano formado por Equí y n’otru tiempu (2014) y su perfecto contraplano, El nome de los árboles (2015), uno puede sentir la tentación de utilizar la definición de films-concepto, donde es más importante la idea a transmitir que la propia película en sí. Pero nada más lejos de la realidad: la depuración formal del primer título –planos fijos de dos minutos de duración, ausencia de voz en off, ausencia de figuras humanas, solo un rótulo lacónico que da cuenta del drama y los personajes de manera telegráfica– no es ni austera ni radical, sino profundamente humanista y no es más que la consecuencia lógica y feliz de una serie de acercamientos que Lluís Bande lleva realizando sobre la figura de los maquis asturianos, los fugaos, a lo largo de toda su trayectoria, siendo el espléndido cortometraje Estratexa (2003) una parte esencial de todo ello. Allí, Manolín el de Llorío relataba a cámara la peripecia de su huída milagrosa de un refugio de los montes asturianos rodeado por las fuerzas nacionales: además de la fuerza y emoción que transmite su narración, lo insólito es su propia presencia, que esté vivo. Por ello Bande vuelve a introducir su relato en off al inicio de Equí y n’otru tiempu: será el único que oiremos en todo el metraje porque el resto de protagonistas no vivieron para contarlo [...]

"Díptico elemental de España"
en Cuaderno del paisaje
Javier Trigales