Botonera

--------------------------------------------------------------

24.2.17

VIII. "ABEL FERRARA. EL TORMENTO Y EL ÉXTASIS", Rubén Higueras Flores y Jesús Rodrigo García (coords.), Shangrila 2017



Teniente corrupto, Albel Ferrara, 1992



Si hay una imagen emblema que hace inmediatamente identificable el cine de Abel Ferrara esa es sin duda la de Harvey Keitel completamente desnudo en Teniente corrupto (Bad Lieutenant, 1992). De hecho, toda la escena de la que ese desnudo forma parte puede considerarse como representativa del método Ferrara. Enmarcada entre otras dos en las que vemos al policía interpretado por Keitel, en una, comprando droga y, en la otra, haciéndose con el botín de unos pequeños rateros, consta de cinco planos cuya continuidad solo es intuida. En el primero, dos chicas jóvenes (¿prostitutas?), una de ellas con aspecto andrógino, mantienen una relación sexual; en el segundo, el teniente, con signos evidentes de estar colocado, intenta beber de una botella de whisky cuyo contenido acaba desparramado por su torso; en el tercer plano, el policía y una de las chicas bailan lentamente en plano general; en el cuarto, más cercano, el personaje andrógino se acerca a la pareja desde el fuera de campo conformando un trío; en el quinto y último plano, Keitel solo y completamente desnudo se expone frontalmente a la cámara tambaleándose, gesticulante, llorando, poniendo los brazos en cruz, como ese crucifijo que es lo único que adorna su cuerpo. Todo el cine del director del Bronx parece estar contenido aquí. Tanto sus estrategias narrativas como sus constantes temáticas. Aquí se encuentra esa especie de desaliño narrativo que caracteriza a su cine, repleto de discontinuidades e inconsistencias, de elipsis abruptas y saltos temporales que quedan sin explicar, de énfasis en lo más escabroso y truculento de la existencia humana. Y así debe ser en un cine que se pretende coherente, que pretende plasmar la opacidad de la vida y el exceso de sus personajes con tramas opacas y excesivas. Desde un punto de vista temático aquí se encuentran también corrupción y pecado, culpa y sufrimiento. Y el deseo y la posibilidad de redención. Remedo de ese Jesucristo que, descendiendo de la cruz, se le aparece en sus alucinaciones, el policía se sacrificará para salvar a los pecadores, a los dos jóvenes violadores de una monja a los que entregará el dinero que, procedente de la droga, debiera servir para saldar sus propias deudas de juego. Tras conducirlos a la estación de autobuses y obligarles a coger uno que los saque de esa ciudad del Mal que para Ferrara es Nueva York, el policía regresa a su coche donde, en plano general, es ejecutado. No es casual que la canción que escuchamos en esos últimos minutos de la película sea Pledging My Love, interpretada por Johnny Ace. La misma que presidía la escena del desnudo y que establece un claro vínculo entre ambos momentos. Pero la escena que nos está ocupando también pone de relieve la importancia que la dimensión corporal adquiere en la obra de Abel Ferrara. Todo en su cine parece conjugarse en torno a los avatares del cuerpo y sus excesos: baile y metamorfosis, drogadicción y prostitución, violación y asesinato. Siendo la reflexión sobre el Mal y su expresión corporal una invariante en su filmografía, lo que viene a continuación no constituye sino un intento de profundizar en esa relación Mal/Cuerpo. Sin ánimo ni de exhaustividad ni de inventario son cuatro las modalidades corporales presentes en el cine de Ferrara que se van a someter a escrutinio. Por una parte, lo que hemos denominado como el “cuerpo mercantilizado”, ya que es innegable la crítica a la cosificación del cuerpo, eminentemente femenino, que se expresa en sus filmes; en segundo término, el “cuerpo vampirizado”, pues la figura del vampiro como metáfora del Mal y su transmisión cuerpo a cuerpo recorre todo su cine; el “cuerpo suplantado” constituye el tercer jalón de este itinerario en torno a un cine plagado de ecos y reflejos, de dualidades, sustituciones y metamorfosis; finalmente, el “cuerpo representado” versará sobre la dimensión más metafílmica del cine de Ferrara, pues a los personajes convulsos y alterados que pueblan sus narraciones les corresponde una interpretación actorial plena de ruido y furia. En cada uno de los apartados se va a privilegiar una película, aunque los reenvíos a otras sean constantes. En todos ellos, Teniente corrupto, punto de llegada del cine anterior de Ferrara y anuncio del que vendrá, se utilizará como matriz interpretativa [...]


"Avatares del cuerpo: la somatización
del Mal en el cine de Abel Ferrara"
Iñigo Marzabal