Botonera

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21.6.17

XIV. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




LA PANTALLA DIONISÍACA:
LA VENUS DE LAS PIELES (ROMAN POLANSKI, 2013)    

Eva Parrondo



La Venus de las pieles, Roman Polanski, 2013




Parece realmente como si tuviéramos que destruir
otras cosas y a otros seres para no destruirnos
a nosotros mismos, para protegernos contra la
tendencia a la autodestrucción ¡Triste descubrimiento
para los moralistas!


Sigmund Freud (1932 [1933]).
 

A modo de contexto

Si hay algo que caracteriza a esta película de Roman Polanski es su extrema densidad. La película es laberíntica y está cargadísima de referencias intertextuales y de reflexiones sobre la cultura occidental. No recuerdo haberme enfrentado nunca a una película tan difícil como esta ni haber sido tan consciente de varias lagunas innavegables. A todo esto hay que sumarle el espinoso tema de la perversión masoquista.  


Dado el carácter “ambiguo” e “inextricable” de este texto fílmico, lo que he hecho ha sido coger un hilo y tirar de él. Este hilo tiene que ver con lo primero que se me vino a la cabeza tras ver la película, que fue El nacimiento de la tragedia a partir del espíritu de la música de Friedrich Nietzsche. Intrigada por ello, lo primero que constaté fue que el filósofo intempestivo escribió este libro entre 1870 y 1871, es decir en el mismo momento histórico en el que el austríaco Leopold von Sacher-Masoch publicó su novela La Venus de las pieles (Venus im pelz), que es de 1870. Este link Sacher-Masoch/Nietzsche, que me envió el Inconsciente tras ver la película, me vino luego muy bien cuando Nieves González me remitió al Seminario 16 de Jacques Lacan. Ya que ahí Lacan señala que “la clave del sadomasoquismo” no se halla en ese “falso horror”, que es “el juego con el dolor”, sino que se halla en la muerte de Dios, muerte popularizada por Nietzsche pero ya anunciada en 1807 por Hegel en su Fenomenología del espíritu.


El perverso masoquista, nos dice Lacan, es “un singular auxiliar de Dios”, es “partidario de que el Otro existe”, es un sujeto que “se dedica a tapar el agujero en el Otro”. Cuando “el Padre eterno no está más” para desempeñar el papel del Otro completo, del Otro no-castrado, lo que hace el perverso masoquista es dirigirse “a una mujer, por supuesto a Wanda”, para enmascarar su falta fálica vía ese “suplemento” que es el objeto voz (que no el objeto mirada) [...]



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